Publicado el 09/05/2024
NI JAPON SE LIBRA DE LA LACRA DE LA DELINCUENCIALa delincuencia es, sin duda, una de las problemáticas más perniciosas que enfrentan nuestras sociedades, con efectos que se extienden desde lo individual hasta lo colectivo. Desde tiempos inmemoriales, ha sido una sombra que ha acompañado al ser humano, manifestándose de diversas formas y afectando a comunidades enteras. Su presencia es tan arraigada que ningún rincón del mundo se encuentra exento de sus consecuencias, ni siquiera en países con reputación de tener altos estándares de civismo y respeto como Japón.
El daño que la delincuencia inflige es multifacético y profundo. En primer lugar, está el impacto directo sobre las víctimas individuales, quienes sufren traumas físicos y emocionales, y a menudo enfrentan dificultades para recuperarse completamente. Estos actos pueden dejar cicatrices duraderas en la psique de las personas y socavar su sensación de seguridad y confianza en su entorno.
Además del sufrimiento personal, la delincuencia también causa estragos en el tejido social. La sensación de inseguridad resultante puede provocar la fragmentación de comunidades, ya que los residentes se ven obligados a cerrarse en sí mismos o a adoptar medidas extremas para protegerse a sí mismos y a sus propiedades. Esto socava la cohesión social y debilita los lazos de confianza y solidaridad que son fundamentales para el funcionamiento saludable de cualquier sociedad.
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En el baño de mujeres.